domingo, 8 de octubre de 2017

Y te perdiste tu cumple

Bueno, aquí estamos, ya es tu cumple en España y tu no estás.

Como todos esperábamos, has dejado un hueco inmenso, que se nos traga cuando nos ponemos a pensar en ti. Cuando te fuiste prometí no estar triste y ser como alegre como tú, y disfrutar de las cosas como tú también hacías. Me sale a ratos.
Y conste que lo intento. Ahora cada vez que tengo que planear algo o tomar una decisión, a mi ya de por sí largo proceso mental habitual, le añado un apartado de ¿qué haría Mariau?, de ¿qué me diría Mariau?. La gran mayoría de veces, la respuesta es "pues claro, hombre, hazlo no seas tonto, ya verás que va a estar guay", como tantas veces me dijiste en vida.

  La vida, recordándome a ti en la esquina de mi calle, sutilmente a veces, y como un bofetón otras.
También pienso en ti a veces cuando miro a mi hijo y me doy cuenta de que nunca llegará a conocerte y quererte como mereces. Sólo me queda hablarle de ti cada vez que la vida me da una excusa.
Pero no solo te tengo en la cabeza en esos momentos, también te tengo a diario. Más de lo que esperaba. Casi cada noche que paseo a Ron, sobre todo si hay noche clara y se ven estrellas, la cabeza sin querer se me pone a pensar en ti. Por una extraña razón, los sitios bonitos de Seattle me hacen pensar en ti. La razón es en realidad sencilla: todos estos años viviendo aquí y sabiendo que tu nunca podrías venir, me hacían intentar sacar buenas fotos de esto, ya fuera con la cámara o con la memoria para contártelo al verte. Había más personas a las que quería enseñarle todo esto, pero eras la única a la que sabia que nunca te lo podría enseñar en persona.
El otro momento en el que, casi inevitablemente pienso en ti a diario es cuando salgo a dar un paseo en el trabajo después de comer. Eras una de las llamadas fijas en ese paseo, una vez a la semana, y siempre que hablaba contigo me paraba en la zona con mejor cobertura para oírte mejor hasta que terminábamos (normalmente tu te despedías con un "te quiero chiquillo"). En el primer paseo que dí después de que murieras, llegué a esa zona y me puse a mirarla. El césped, las piedras, los árboles, la tierra. Instintivamente cogí tres piedras de ahí, pensando, estas piedras me han oído hablar contigo muchas veces. Y me las guardé en el bolsillo. Durante muchas semanas, las lleve en el bolsillo del chubasquero, y de una forma extraña llevarlas en la mano en esos paseos me reconfortaba, ahora que no te podía llamar, no me preguntes por qué. Algo tendría que ver que hace muchos años te gustaba llevarte arena y piedritas de los sitios que visitabas y las ponías en tubos, que te servían de recuerdo. Siempre me encantaron.
Y casi sin pensar, la siguiente vez que estuve en un sitio chulo por esta zona del mundo, recogí del camino una piedra pequeña. Esta es para Mariau, pensé. En ese momento decidí que te las llevaría. Y que llevaría también dos de las piedras del paseo y que me quedaría la otra. Cuando las miré en casa, las tres eran piedras normales, de las de aquí, redondeadas de tanto arrollo y tanta lluvia. Pero una de las tres estaba llena de cicatrices, tenía zonas lisas,  zonas arañadas y muescas antiguas, ya romas, como si la piedra al formarse con lo años lo hubiera pasado mal, pero hubiera aguantado. Y me recordó a tu maltrecho cuerpo esa última semana que te vi en el hospital. Un cuerpo cansado y maltratado por la enfermedad, que solo aguantaba por la voluntad de quien lo llevaba puesto, y que en nada me hacía recordar a mi hermana. En nada y en todo, porque esas noches que pasé sujetándote la mano mientras te quedabas dormida son lo último que desearía olvidar en la vida.

Y esa me quedé. La llevo siempre conmigo en mi bandolera, y la tengo delante mientras escribo ahora. 


Las otras te las deje, con algo escrito, donde descansas ahora, en lo que a mi hermano le oí llamar "el balcón de Aurora", y que dí un respingo al escuchar.  Y ya te iré llevando más, me servirá de excusa para conocer más sitios e ir a verte cada vez que pare por Canarias.
Eso sí, mantendré mi promesa y prometo parar siempre a comer o a un café con los que vaya y pasar un buen rato, que ir a verte sea alegre como una romería, que anda que no te apuntabas tú a esas cuando podías. Queda tranquila, que tu paso por el mundo lo ha mejorado, en serio. Te quiero y hasta siempre.


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