O Seattle, como se suele escribir, es una ciudad llena de contrastes.
A su favor, a los ojos de un canario, tiene la ventaja de tener el mar al lado, que era algo que por la meseta castellana se echaba de menos. Lo malo es que no tiene un clima digamos acogedor.
Tiene una zona llena de edificios acristalados y "fashion" llamada Downtown, pero si cruzas unas calles hacia el mar te encuentras un mercadillo que me recuerda un montón a los de Tailandia, sólo que aquí lo ponen de día, los tenderos son el triple de grandes que los Thai (salvo alguno asiático, claro) y, en general, todo está bastante más limpio.
Luego, si te alejas hacia el norte, llegas a Belletown, a la que supongo que le pusieron ese nombre hace muuucho tiempo, porque ahora está a falta de algún arreglillo que otro.
Como todavía no he recorrido la ciudad entera no puedo contar mucho de ella. De hecho tampoco puedo poner aún las fotos, porque aunque el sábado la estuve pateando, mi cámara estaba de compras en "aikia", pero esa es otra historia.
En fin, que de Seattle ya hablaré cuando la conozca mejor, cosa que ocurrirá pronto...
¡porque me mudo al downtown!
Si, voy a dejar las excelencias del Extended Stay, que si bien no está mal, no se puede comparar con un modesto pisito de alquiler en los Harbor Steps, que es a donde voy. Ya lo iré contando.
La verdad es que hace unos años hubiera elegido otro sitio más sencillo, pero desde que probé la buena vida(*) me he acostumbrado a darme los lujos en vida...
(*): ahhh, yo tenía una villa en Bali....
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